martes, 22 de marzo de 2011

MANIFIESTO DE LA ASOCIACIÓN PARA EL SEMINARIO DE LAS MUJERES EN LA HISTORIA

Desde la Asociación Búscome queremos agradecer la asistencia de todos y todas de los aquí presentes y quería personalmente pedir disculpas por adelantar la lectura del manifiesto que estaba prevista para la clausura del Seminario, pero soy mujer y no concilio como debiera.


Me venía a decir, he sido capaz de más sentimientos que el de la simple resignación ante la injusticia. Me he rebelado contra la injusticia. Y valgo más que la armonía de mi físico, que la suavidad de mis pechos y de mi vientre y que la llamarada de mi espalda" (África en "El Desencuentro" de Fernando Schwartz)

La Asociación Búscome aprovecha este acto para alzar la voz sin necesidad de ser solo por medio de una mujer para decir clara y abiertamente que es feminista. Y lo es, porque reconoce la lucha que recorrieron muchas mujeres para lograr que la igualdad sea considerada como uno de los derechos fundamentales de la libertades de las personas. El desconocimiento de la historia nos condena a repetir los mismos errores y las mismas injusticias. La historia de la humanidad política, social, religiosa, económica, artística y cultural está viciada por la invisibilidad de la mujer, pero no podemos permitir que el silencio y el miedo nos impidan reflejar esta historia ni decir la palabra que nombramos al principio y que tanto respeto da nombrarla: Feminismo. Porque soy y somos feministas.

Han pasado 150 años desde que Concepción Arenal rompía las barreras para el ingreso en la Universidad. Ochenta años para que Clara Campoamor consiguiera el derecho al voto. De la misma manera, María Telo borraba en el Código Civil la obediencia al marido y la Constitución del 78 acababa con una discriminación jurídica sembrada a conciencia. Treinta años para tener la patria potestad, una disposición libre de nuestros bienes y el derecho al divorcio.

Culmina el mes de la mujer y se han llenado las calles y las agendas de actos reivindicativos que proclaman la igualdad como eje fundamental y valor universal. Nosotros y nosotras no hemos querido circunscribirnos exclusivamente al día 8 de marzo. Porque consideramos que, a veces, es necesario recordar a la sociedad entera que la desigualdad todavía lleva nombre femenino. Y eso no se puede hacer en un solo día.

Reconocemos con orgullo y optimismo que es época de grandes cambios, gracias a las políticas llevadas a cabo en los últimos años. Sin embargo las mujeres seguimos pidiendo que se nos escuchen. Somos el 51 % de la población mundial y nuestra participación es un acto de democracia y justicia.

Las mujeres nos hemos incorporado al mercado de trabajo pero seguimos sin ocupar puestos de responsabilidad. Hoy en día la sociedad no está preparada para asumir la conciliación a grandes rasgos, de una manera práctica y realista. Por tanto ese rechazo de la mujer a conseguir una aspiración profesional y vocacional no es, en la mayoría de los casos, una opción personal sino una imposición atribuida por la implantación de los roles de género. Se responsabiliza a la mujer para buscar la medida de dicha conciliación. Y ésta acaba optando por acogerse a las soluciones que la ley le facilita, y que repercuten no sólo en la calidad de vida personal y familiar, sino que también modulan y tergiversan el tejido empresarial, y por último afecta al bienestar en general de la sociedad.

Las mujeres hemos entrado en la universidad, pero seguimos sin tener presencia en los órganos de decisión. Las mujeres trabajamos en política, pero en las próximas elecciones son pocas las que encabezan las listas. Somos muchas las que tenemos que elegir entre familia y carrera profesional. Pero, aún trabajando, cuadriplicamos el tiempo dedicado al hombre en el trabajo doméstico.

El problema no está sólo en las empresas, que no flexibilizan los horarios ni, en general, las condiciones laborales. Sino en la sociedad en su conjunto. Porque cada entidad, organismo y espacio influye en potenciar esa discriminación hacia las mujeres, que tienen que ver cómo se le reduce el abanico de posibilidades y como deben conformarse a cumplir un horario reducido. O de que se haga uso de otra población también discriminada, como son los y las mayores. O que se contribuya a favorecer la contratación precaria en el sector doméstico, en su totalidad trabajo realizado por mujeres que se enfrentan exactamente a la misma situación familiar desde una posición más precaria.

Pero si hacemos un análisis del escenario en el que diariamente tiene que situarse la mujer, vemos que ésta tiene que combatir no sólo con la dura tarea del trabajo en el hogar, con la educación de los hijos y las hijas, y con el cuidado de los y las mayores. También tiene que afrontar las duras criticas de una sociedad que la culpabiliza de su incorporación al mundo laboral y del supuesto abandono del rol de eje central alrededor del cual gira la familia, que la sitúa injustamente como uno de las principales causas de la desestructuración familiar, y a la que acusan de crear un ambiente supuestamente nocivo para el crecimiento de los niños y las niñas, en las formas de familia alternativas.

Por lo tanto, aprovechamos este acto para no quedarnos solo en este punto. Agudicemos nuestros los sentidos y analicemos detalladamente por que todavía tenemos que fortalecernos, cogernos de las manos los hombres y las mujeres y luchar porque estas estadísticas, que a continuación vamos a decir, desaparezcan.



Las cifras de desigualdad son estremecedoras. Según Manos Unidas, las mujeres son el 70% de los 1300 millones de pobres que actualmente existen, las posibilidades de que una mujer viva en la pobreza al llegar a la ancianidad siempre son mayores a la de los hombres.



Cada año, 2 millones de niñas entre 5 y 10 años son vendidas y compradas en el mundo como esclavas sexuales. Cada dos horas una mujer es apuñalada, apedreada, estrangulada o quemada viva para salvar el honor de la familia.

135 millones de niñas y mujeres han sufrido mutilación genital. La cifra se incrementa en dos millones al año.

El 20 % de la población según los datos del Banco Mundial han sufrido malos tratos.

Las 2/3 partes de los analfabetos existentes son mujeres y a muchas de ellas se les impiden el acceso a la educación. De los 121 millones de menores no escolarizados, 65 millones son mujeres.

Las mujeres tienen menos acceso que los hombres a la formación continuada en las empresas justificando ese coste con la inversión económica en la maternidad.



Cada año mueren en el mundo más de medio millón de mujeres a consecuencia del embarazo y el parto.

La labor no remunerada de la mujer representa 1/3 de la producción económica mundial. Las mujeres en edad de trabajar tan sólo lo hacen el 54% frente al 80% de los hombres. Además ocupan los trabajos menos protegidos y mal pagados.

Las mujeres inmigrantes son las más vulnerables a la explotación y los abusos, lo mismo ocurre con las que sufren algún tipo de discapacidad.



Por tanto, ayer, hoy y mañana seguiremos reclamando igualdad en política, en educación y en todos los aspectos de la vida y de la sociedad. Y continuaremos exigiendo las veces que hagan falta hasta quedarnos sin voz y sin fuerzas para luchar por nuestros derechos. Somos David y Sandra, somos un hombre y una mujer, y pretendemos transmitir la idea de que la igualdad no entiende de género ni de sexo: La igualdad entiende de humanidad. Y nosotros y nosotras la queremos libres de prejuicios y estereotipos. Hoy estamos aquí recordando que la coeducación ha de ser un hecho y pedimos:



- Acabar con la discriminación en las empresas.

- Impulsar la corresponsabilidad.

- Eliminar el sexismo de la publicidad y medios de comunicación.

- Favorecer la participación de la mujer en el ámbito social, empresarial y político.

- La obligatoriedad en los contratos de trabajo de las empleadas del hogar, las mayorías inmigrantes.

- Aplicación suficiente y adecuada de la Ley de Dependencia tan directamente vinculada a la mujer.

- Garantizar la decisión de la mujer ante el sexo y el aborto.

- Programas reales para la conciliación.

- Y lo más importante; Queremos acabar con la Violencia de género psicológica, económica, sexual, sociocultural y, por supuesto, física. No queremos más muertes, no queremos ser amenazadas, humilladas, coaccionadas, anuladas, dominadas a manos de nuestras parejas y exigimos una auténtica política de estado en materia de Violencia Machista. Exigimos que se cumplan los protocolos establecidos para las actuaciones en violencia de género, y que ayudan a erradicar una lacra, que afecta diariamente a una población que no siempre viste de mujer. Porque la violencia machista la sufrimos todos y todas y la padecemos de formas invisibles ante los ojos de la sociedad. Y si hay un colectivo invisible que pide a gritos ayuda son los hijos y las hijas de las madres víctimas de violencia de género. Y mientras no nos concienciemos todos y todas, no podremos vivir en libertad y libre quiero ser, libres queremos ser.

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